Por Bernardo Borkenztain
Entre las voces, una
Los elegidos
A distinguir me paro
las voces de los ecos,
y escucho solamente,
entre las voces, una.
Antonio Machado
Theresa Rebeck (1958) es una prolífica escritora estadounidense que ha guionado numerosos programas de televisión y escrito una gran cantidad de obras de teatro. Precisamente una de estas es la que elige Jorge Denevi para presentar a esta autora. Originalmente llamada Seminar, se estrenó en Broadway en 2011, dirigida por Sam Gold y protagonizada, en el rol de Leonard, por Alan Rockman y luego por Jeff Goldblum.
Es inevitable que cualquier producción que exprese la espiritualidad humana tenga como objetivo ser apreciada por alguien que no es su creador. Quizá exista quien, como Leonard, magistralmente interpretado por Jorge Bolani, un escritor tan consagrado como controvertido y acusado, disentiría de esta afirmación. Sin embargo, lo cierto es que la anécdota de la obra, en su armazón, puede esquematizarse así: él acepta una fuerte suma de dinero de cuatro jóvenes aspirantes a escritores, para que los lea, valore y juzgue sus habilidades, en un seminario privado, mediante el cual su bendición les otorgaría –al menos eso creen– el preciado estatus de “escritores”.
Esto tiene sentido, si consideramos que ese lauro no se consigue en ninguna universidad, nadie otorga tal diploma por méritos, un “señor que escribe” es solamente eso hasta que tiene quien lo lea, y recién entonces es un escritor. Sublime como Jorge Luis Borges o infame como Paulo Coelho, pero nadie puede dudar de que ambos son lo que son, y eso es únicamente porque han sido leídos.
Los mercaderes que interpretan que cultura es el producto de las industrias culturales podrían confundir el objetivo con el medio y pensar que el objetivo es la producción material, pero seamos claros: no. El medio más eficaz para conseguir lectores es la publicación, obviamente, pero el objetivo, el verdadero oscuro objeto del deseo es la aprobación de los lectores. Es por esto que los jóvenes aspirantes se consiguen un lector consagrado, para –en su fantasía, al menos– ahorrarse las etapas intermedias, tales como ser publicados, y esperar que su mirada canonizadora los santifique.
Pero se equivocan. Leonard no está ahí para convalidar sus necesidades infantiles. Lejos de ser condescendiente como un padre ante los garabatos de su hijo pequeño, los insulta, critica e incluso los usa para tener sexo casual (o no tanto), pero siempre bajo su propia agenda. Buscaban un ángel y reclutaron un demonio. Pero el problema con los demonios es que hay que tener mucho cuidado con el pacto que se establece y lo que se pide: hay grave peligro de conseguirlo.
Así comienza el juego. No hay nada demasiado bajo ni reglas de honor, lo único que importa es el deseado objetivo de lograr el sueño. Izzy (Noelia Campo) utilizará su atractivo físico; Martin (Sebastián Serantes), su poder de seducción; Kate (Cecilia Sánchez), su casa de muchas habitaciones, y Douglas (Alfonso Tort), su origen adinerado y sus contactos familiares, pero eso es solamente rascar la cáscara. Los conflictos son múltiples, y los triángulos se multiplican en consecuencia, siempre de la mano del deseo mimético, esa moneda de cambio que tiene de un lado la pulsión erótica de la libido y de la otra la tanática de la envidia.
Las actuaciones son geniales, y el humor atraviesa la obra desde el inicio hasta la penúltima escena. Serantes y Sánchez por momentos se roban la escena, y Bolani está fabuloso en todas sus intervenciones.
La música de Alfredo Leirós es eficaz y enmarca el espíritu de las escenas, así como el vestuario y la escenografía son funcionales, sin interferir en una puesta cargada, muy especialmente, sobre los hombros de los actores.
Dijimos que el humor atraviesa la puesta hasta la penúltima escena, pero no es que la última esté exenta de él, sino que merece ser analizada de manera independiente, por varias razones. La más obvia es que está enmarcada en un cambio de escenografía (que es resuelto por un reordenamiento modular, de manera excelente), música e iluminación. En ese momento se develarán muchas de las verdaderas motivaciones y los destinos de los personajes, incluso de los que no participan en ella, y, verdaderamente, es un momento excepcional de la obra.
Las otras razones, menos obvias, implican la resolución de los conflictos, pero, claro, existe una condición para entenderlo: hay que ver la obra.
Los elegidos
Autor: Theresa Rebeck.
Dirección: Jorge Denevi.
Elenco: Jorge Bolani, Noelia Campo, Cecilia Sánchez, Sebastián Serantes, Alfonso Tort.
Escenografía e iluminación: Laura Leifert y Sebastián Marrero.
Vestuario: Virginia Sosa.
Música: Alfredo Leirós.
Producción: Carolina Escajal.