LO ESENCIAL ES INVISIBLE A LOS OJOS
Natalio, maestro de escuela primaria, es invertido. Todo el mundo lo sabe, pero basta conque le llegue un amigo al pueblo para que la olla se destape y todo el mundo sepa que adentro hay guiso pero no de qué está hecho. No importa de qué está el hecho el guiso de Natalio: queda bien claro que no hay que comerlo. Por eso los padres de los chicos que lo tienen de maestro le piden a la directora del establecimiento que lo saque inmediatamente de al lado de sus hijos, no vaya a ser que el maestro les meta cosas raras en la cabeza. Los invertidos que diviertan a la comparsa del carnaval o que hayan sido la diversión de algún padre de familia que no se acuerda de su pasado. Eso es todo. Natalio que marche preso. Bueno, es una forma de decir; que se vaya del aula, con eso es suficiente, y que le saque de la cabeza a los chicos eso de hacer obras de teatro, que bien le dirá Hugo a Susana cuando Natalio le proponga a Miguel ir al ensayo de “El principito”, que prepara para la muestra anual: actuar es para maricones.
Claro que para las grandes ciudades este asunto de la elección sexual se transformó en tema de agenda y en legislación sobre derechos de las minorías, pero para las ciudades del interior de un país, en la Argentina o en cualquier parte del mundo, aunque no se juzgue la elección sexual sí queda en evidencia la intolerancia hacia lo que se escapa a la norma. Homologarse a la norma es el mandato sordo, y quien no lo haga, pues bien, que pague las consecuencias del desaire que le hace a los demás. En el medio quedarán los daños colaterales: una madre soltera cuyo hijo tomará a Natalio como imagen paterna, una madre conservadora que sin embargo no puede guardarse el amor de madre, una directora de escuela que no se anima a sostener a quienes trabajan para la comunidad, el egoísmo de un amigo que quizás siembre más egoísmo en aquel rincón, y un despertar a la cultura que quizás no sea más que un despertarse al mundo después de una siesta ligera.
Filmada en La Merced, a una veintena de kilómetros al sur de la ciudad de Salta en la provincia argentina homónima, EL MAESTRO tiene en las actuaciones de Diego Velázquez, Ana Katz y Georgina Parpagnoli (Natalio, el maestro; Susana, la madre de un alumno; y Carmen, la madre de Natalio, respectivamente) la responsabilidad de hacer hondo y creíble un relato conocido. El gran punto a favor de EL MAESTRO radica en que la época en la cual se desarrolla su anécdota es un pretérito reconocible por lo cercano, en el que el eco de la intolerancia reverbera como algo que no apagó su onda y que nos obliga a revisar dónde es que suena. Es en la ambientación donde gana protagonismo el tiempo transcurrido, donde se palpa un presente servido sobre la mesa, donde las actitudes solapadas le dan sentido a los pequeños gestos de la gente. Gestos que toleran la violencia porque hay que sobrevivir, porque de sobrevivir se trata estar inmerso en ese infierno grande que son los pueblos perdidos bien adentro de la tierra, así se vean tan apacibles y bucólicos como esta película pequeña pero esencial.