La cultura en tus manos

Ino Guridi. Vigilia, un baile entre la electrónica y el pop

8 noviembre, 2025

Krishna Della Valle e Ino Guridi.

Por Carlos Dopico.

Lleva casi la mitad de su vida inmersa en la búsqueda musical, primero aislada, hurgando a distancia entre el enorme caudal sonoro que llevaba consigo, y luego más cerca de la raíz, de su familia y de sí misma. Ese es de alguna manera el arco artístico que recorrió la música y productora Ino Guridi entre el 2011 y la actualidad; primero con Alice in Casioland, luego Ino en 2015, y más tarde en su debut con el primer EP del proyecto Isla Panorama en 2019. Poco después, tras un intenso viaje de determinación profesional, llegaría su estreno solista con Pasará en 2023 y la reciente confirmación con Vigilia (LBF Records, 2025), su segundo álbum con nombre propio.

Inés, o Ino Guridi –según su alias artístico–, es hija de Renzo Teflón, el líder de Los Tontos, banda de la tríada más resonante del rock posdictadura local. Y es también nieta del escritor, dramaturgo y militante político Mauricio Rosencof, quien en 1994 –año en que ella nació– compuso junto a Jaime Roos La Margarita. Esa ascendencia familiar hizo que sus comienzos artísticos fueran a distancia. Isla Panorama, de hecho, fue un proyecto que le permitió construir un continente al margen de la dinastía cultural. Hoy, siete años después de la muerte de su padre y la más reciente de su tío Daniel en 2022, Ino siente que debe honrar su apellido y defender su legado genealógico. “Quedé como última heredera y me parece lindo que sea parte de mi identidad artística”, responde convencida.

En Vigilia, bajo la coproducción de Krishna Della Valle, Ino se sumerge entre sintetizadores y cables para tejer vibraciones electrónicas con la calidez orgánica de su voz. Lo nuevo se presenta como un trabajo nocturno; pasos de baile en la cornisa de la madrugada a mitad de camino entre Europa y el barrio Sur. Aquí conviven el drum’n’bass con el tango, el candombe con el rock, la electrónica o la marcha camión. Un disco rítmico, reflexivo, con textos que por momentos despliegan cierta desazón, pero sin bajar el pulso.

“Vos confundís las cosas que yo sé, / y cuáles son los nuevos trajes que tenés. / Y las distintas caras que ponés / cuando decís las cosas después”, reza Ino Guridi en “Nuevos trajes”, uno de los temas más bellos del nuevo álbum.

¿Cuánto tiempo te llevó encontrar tu voz, tener tu propia identidad musical?

Creo que está siempre desarrollándose, que es algo que no está del todo resuelto; siempre estoy intentando acercarme a mi voz. Y el proceso de música a largo plazo tiene que ver con que en cada disco te vayas liberando más de todas esas cosas que no te representan, y estés más cerca de una especie de yo. Siento que a mí me llevó veintinueve años; fue un proceso que comencé desde que tengo quince años hasta que cumplí los veintinueve y saqué mi primer disco.

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Isla Panorama, aquel primer proyecto synth pop, fue con el que decidió viajar, tras hacer las valijas para instalarse en Santiago de Chile y emprender una apuesta profesional sin distracciones. “Nunca dormí la siesta con la música. Siempre quise tocar mejor, estar mejor producida y alcanzar una mejor visión artística. En Santiago me curtí musicalmente”, advierte convencida. Ino se fogueó en la escena indie santiagueña, reinventando sus presentaciones en esmeradas live sessions, para sorprender cada semana en sus conciertos en directo. Fue así como perdió el miedo e hizo escuela, complementando aquella experiencia de haber compartido escenario local con Martín Rivero, Atlas, Mountain Castles, Pau O’Bianchi, La Mujer Pájaro, Franny Glass o Julen y la Gente Sola. En 2020, la pandemia cortó aquel viaje electrónico en el que vivió inmersa un par de años y la devolvió a su país. “Vine de Santiago de Chile directo a El Pinar. El hábitat de este lugar me invitaba a escuchar otro tipo de música, más en sintonía con el lugar, Vera Sienra o Mariana Ingold y ya no Duft Punk”, confiesa Inés.

Foto Mario Cattivelli.

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Hace un par de años debutaste como solista con Pasará, una conjunción de universos sonoros que va desde el candombe y el pop, el sintetizador y la guitarra criolla, la música urbana y la canción de autor, pero por sobre todo en español. ¿Qué pasó en Chile para perfilarte en esa dirección?

Hubo un par de cosas que me sucedieron. Tomé un taller con un productor chileno increíble, Álex Anwandter, quien me dijo: “Si querés escribir mejores letras en español, te tenés que poner a leer poesía en ese idioma”. Yo nunca había leído poesía, y comencé a leer poesía uruguaya y a conectar con Uruguay.

¿Qué poetas leías?

Washington Benavides, Idea Vilariño… Nancy Bacelo me encantó, tengo toda su obra. Además, ella era madrina de mi mamá y, de hecho, quien presentó a mis abuelos. Sabía que hacía la Feria del Libro, pero no que era poeta, lesbiana y varias otras cosas que me fascinaron. Ella es mi favorita.

Si bien iniciaste algunos estudios académicos musicales, tu abordaje fue sobre todo intuitivo, casi lúdico. ¿De qué elementos partís habitualmente para componer?

Por lo general parto de un loop, un fragmento musical cortito con una cohesión rítmica que se repite. Lo propongo yo misma desde un teclado, un falso synth porque es todo por plugs in desde la computadora. Por lo general parto de un bajo porque siento que tiene mayor libertad para lo que quiero hacer arriba. Otras veces, parto de acordes de piano, pero siento que me limita bastante. Luego le voy cantando arriba, hasta que en algún momento surge una palabra, una melodía o una imagen que me hace sentir que hay algo a desarrollar. Al principio, muchas veces canto cosas sin sentido, como McCartney que decía que los inicios de “Yesterday” era cantando “scrambled eggs”.

Tu viejo tenía claro que no existía música para las infancias, por tanto, al menos con él escuchaste todo lo que podía entrar en su radar sonoro. ¿Te acordás qué cosas sonaban?

Desde Krafwerk, Moby, los Beastie Boys, Chemical Brothers o Mike Oldfield, hasta Pink Floyd, Charly García, Police o The Cure.

¿Y de acá qué recordás?

Sé que le gustaba mucho Eduardo Mateo, aunque no recuerdo que lo escuchase conmigo específicamente. Hace poco encontré una nota que le hicieron en 2007, donde él decía que le gustaba la escena que se estaba armando en Uruguay por gente como Dani Umpi, pero nombra también a Astroboy y Rey Toro. Decía: “¡Qué bueno que exista toda esta diversidad!”.

¿Y conociste a los Zero y su disco Visitantes,tan trabajado desde la usina de los sintetizadores?

Zero me encantó siempre. Es una de mis bandas uruguayas favoritas, les tengo mucho respeto y admiración. Pero ¡no hay una escena de Zeros! A pesar de todo, ahora no tengo miedo de desarrollar mi música acá.

¿Ese sonido ambiente es parte de tu ADN artístico?

Tuve mucha suerte de que mi papá tuviera mucha música en su casa. Había mucha gente que le llevaba CD copiados para que escuchara, pero él no lo hacía y me los pasaba a mí. Yo conocía toda su colección y además escuchaba lo que le pasaban estos amigos que querían acercarle cosas nuevas: Los Dandy Warhols, Stereophonics, y otras del momento. Y tanto en lo de mi padre, como en lo de mi madre, que es donde vivía, tuve acceso a mucha música. Cuando tenía nueve o diez años ya tenía un manejo muy amplio de la básica musical. Eso me llevó más adelante a tener una necesidad de escuchar cosas cada vez más raras y coincidió con el acceso a internet. Es una obsesión que tengo, me interesa que lo que haga esté nutrido de todo lo que escucho.

Venís de una familia con larga tradición cultural, desde tu abuelo Mauricio Rosencof (escritor, dramaturgo, historiador), tu padre Renzo (músico, cantante y compositor), tu madre Alejandra, melómana y productora periodística. ¿Cuál era el mayor recaudo que tenías al momento de emerger con tu propio nombre?

Mi familia, si bien es muy querida, es también muy polarizada; hay gente que los ama y gente que los odia, y yo soy muy consciente de eso. Es un terreno en el que sentí que no me beneficiaría asociarme a ellos sin hacer antes lo mío propio. Lo tuve súper claro eso, no me sirve de nada colgarme del reconocimiento de alguien que no soy yo, si no recorrí ese camino, no lo transité. ¿Por qué debería llevarme un crédito? ¿Por ser familiar? Procuré toda mi vida hacer un trabajo arduo musical y también identitario para poder hacer algo que no tuviera nada que ver con mi familia y que fuera su propia isla, su propio país, su propio centro.

¿Esa era la búsqueda con Isla Panorama?

Sí, claro. Lo es también ahora con mi proyecto Ino Guridi.

Pero ahora ya hay otro vínculo, cierta identificación familiar.

¡Claro! Las cosas cambiaron mucho cuando mi padre falleció, y mi abuelo tiene ya 92 años. Tengo una familia y un legado que está bueno respetar y honrar. Tener el apellido Guridi para mí está buenísimo, porque también soy la única que queda de los Guridi. Hace un par de años falleció mi tío Daniel, que también era un genio artesano e ilustrador. Él hizo, por ejemplo, el arte de las primeras cosas de Los Tontos. Yo quedé como última heredera del apellido y me parece lindo que sea parte de mi identidad artística.

Tenés a cargo, además, la custodia de todo el material de tu viejo, parte de lo de Los Tontos, Renzo Teflón, y Fachos Agogó. Eso es una responsabilidad independiente a tu carrera artística.

Sí, claro. Yo tengo mi visión sobre las cosas y, quizás, lo que quiero hacer no es como lo haría alguien más. Ahora tengo el foco en la reedición digital de Jejé de Renzo Teflón solista, del 88, como una de esas acciones para honrar el legado de mi padre.

El sello proponía publicarlo junto a Los Tontos y desististe. ¿Sentís que es lo que él hubiese querido que sucediera con su obra?

No sé, no tengo idea si él hubiese querido que el Jejé estuviera en Spotify. De hecho, ¡no sé qué hubiese pensado de Spotify! Me lo imagino bastardeándolo. [Risas]. De hecho, la grabación que hoy existe en su canal de Youtube la hizo él mismo. Enchufó el tocadiscos y grabó al aire con la computadora. Es lo menos pulcro que puedas escuchar en una digitalización. Él, teniendo el mismo acceso que yo, decidió en su momento hacerlo de esa forma. Yo estoy decidiendo otra cosa, que se reedite con una investigación periodística, en alta calidad e incluso con cierta difusión mediática. Lo estoy haciendo más por mí que por él.

¿Te interesa expandir tu música desde el terreno de la electrónica o te sentís más identificada con la canción pop?

Me gustan mucho ambos. Quisiera seguir desarrollándolos a la par. Me parece muy interesante el techno, pero tiene en sí mismo “la estética anónima”; las tapas suelen ser parecidas, sin fotos ni retratos. Hay una oda al anonimato y hoy artísticamente no me puedo dejar atravesar. Estoy en la búsqueda de identidad y me interesa que haya un nombre detrás de un álbum. Quizá porque soy de esta parte del mundo. El pop es muy lindo porque conecta con la gente, por eso hago música, no para aislarme. La conjunción es un arte por perfeccionar. Los Depeche Mode son un gran ejemplo de eso.

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Los rastros locales pueden rastrearse (valga la redundancia) en varias aristas de su obra, entre estas la sonoridad de su arsenal sónico. En Moras, el disco anterior, por ejemplo, utilizó la caja de ritmos Roland 707, la misma que Jaime Roos empleara en su del 7 y 3. Ahora, Krishna Della Valle, coproductor y músico de su proyecto, alterna con su Alesis, un ARP Odyssey, el mismo sintetizador analógico que definió el sonido en discos de OPA y con el que Hugo Fattoruso aportó destellos en Estamos rodeados de Jaime Roos.

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Naciste en 1994, año fermental de la música global. Quiero pedirte que me cuentes tu relación con algunos trabajos emblemáticos publicados en aquel año:

Nirvana Unplugged, Nirvana

Una obra maestra de la música, hoy en día estoy muy metida con Nirvana. Me obsesiona su pop.

Otra navidad en las trincheras, Cuarteto de Nos

Es tremendo disco, lo súper escuché de niña. Me encanta.

Voodoo Lounge, The Rolling Stones

Lo tenían mis tíos, pero no lo tengo escuchado.

Toca y obliga, La Trampa

No lo escuché nunca.

La Margarita, Rosencof y Jaime Roos

¡Wow! Tengo que decir públicamente que es mi disco menos favorito de Jaime Roos. La gente ama La Margarita, mucha gente me lo dice. Fue un hito para mi abuelo y también para él.

¿Qué dice tu abuelo de tu música o los textos de tus canciones?

A veces me pregunta cómo se llaman las canciones, qué dicen los estribillos, y dice: “Qué interesante, muy bueno”. Él ya tiene una edad en la que tampoco escucha mucha música, pero siempre me ha elogiado la escritura; he tenido reviews muy positivas por suerte. Es un gran escritor.

¿Renzo te llegó a escuchar cantar?

No.

¿Y supo de alguna manera que tenías una inquietud musical?

Sí, cuando comencé mis primeras experimentaciones se las mostré, era tipo música instrumental como para cine. Él me dijo que no la entendía muy bien porque no tenía estribillo. Pero a su vez me terminó regalando mi primer órgano. Era un teclado chino que servía para tocar y me mandó a clases de solfeo con Eduardo Risso, un amigo de él. Siento que, si bien no demostró conmigo un interés específico en lo que estaba haciendo, sí me dio herramientas para seguir.

Entre 2023 y 2024 hubo varios eventos musicales que homenajearon a Los Tontos y fundamentalmente a la pluma y la voz de Renzo. ¿Te invitaron a participar? ¿Qué sentiste al respecto?

Me parece muy lindo que la gente se junte a rememorar una época en la que tantas personas pudieron disfrutar la música, luego de un momento tan complejo históricamente. Y más aún con dos miembros de Los Tontos, y El Gavilán, que admiraba tanto a mi padre. Lo celebro. No me siento parte de ese público. Soy de otra generación y tengo otro vínculo con Los Tontos. Me encantan y disfruto mucho de escucharlos, pero mi visión de los homenajes post mortem no es buena. Me gustó el homenaje que le hicieron a Bowie e invitaron un montón de mujeres a tocar. Mi papá siempre fue muy pro mujeres en la música y siempre identificó esa desigualdad. Algo de esa índole le podría haber gustado más. De hecho, no sé cuánto lo seguía representando Los Tontos a mi papá.

Yo escucho “El asesino de viejas” y me parece un temazo, y te puedo nombrar muchos más. Era un trío brillante sin dudas.

¿Cuándo supiste que Renzo era en realidad “Ana, la del quinto”? Y que aquella canción disparatada narraba el atentado que había sufrido de niño, en su casa, cuando explotó una bomba contra la puerta mientras dormían. (“Ana vivía en un quinto piso / El mismo día en que la bomba reventó ¡Boom! / Y cuando salió a comprar cigarrillos / Exclamó asombrada... / exclamó asombrada ¡qué asco, qué olor!”).

Lo supe bastante tiempo antes de que él lo contara. El tema fue una forma artística de procesarlo, pero creo que fue un miedo que nunca superó. Lo interesante además es que habla de una vivencia muy dura, pero es también una canción que está muy buena.

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