“Yo nací para esto”
Oriunda de San Pablo, Brasil, Ligia Amadio ya asumió como directora artística de la Orquesta Filarmónica de Montevideo y rompió los moldes de lo previsible. La maestra encara un ambicioso proyecto artístico y de gestión que aspira a profundizar la identidad de este cuerpo estable del Teatro Solís. Los desafíos, reconoce, son muchos. Los problemas, también. En las líneas que siguen se resume una larga entrevista con la directora paulista, en la que expuso sus ideas, sus planes y un atinado diagnóstico del estado de la orquesta.
Por Alexander Laluz
(FOTOS: Carlos Dossena Bustos)
Durante sus primeros dos meses al frente de la dirección artística de la Orquesta Filarmónica de Montevideo, Ligia Amadio (San Pablo, Brasil) agitó el ambiente musical, concedió una ingente cantidad de entrevistas, diagramó en tiempo récord una nutrida temporada de conciertos, dirigió a la orquesta en sus primeras presentaciones de verano, durmió poco, planificó actividades académicas y de divulgación, anotó nombres de compositores e intérpretes que no conocía o de los que tenía vagas referencias, buscó libros y discos, se reencontró con amigos e inquietó a algunos de los custodios del protocolo.
Las expectativas están justificadas: la primera mujer que asume como titular de este cuerpo sinfónico creado en 1958 llegó con un ambicioso proyecto de trabajo, tanto en el plano de la gestión como en el artístico. Su aspiración, declara, es profundizar y proyectar la identidad de este cuerpo estable del Teatro Solís. Concretarla no será sencillo. No obstante, su singular conjunción de carisma, firme temperamento, formación y calidad artística –elogiada por la profundidad de sus interpretaciones, el rigor técnico y la apertura hacia repertorios poco frecuentados– se erige como uno de sus avales más sobresalientes.
Otro respaldo, no menos importante que sus méritos y cualidades, es el largo proceso por el que fue elegida para ocupar este cargo, que se inició a comienzos del año pasado, después de que el maestro Martín Lebel –que sucedió a Javier Logioia Orbe– decidió no renovar su contrato por un nuevo período. En este proceso, tal como se establece en una resolución firmada en 2008 por el intendente Ricardo Ehrlich, es fundamental la participación de los músicos de la orquesta, quienes tienen la responsabilidad de elaborar una lista de candidatos a ocupar la dirección artística y elevar una terna a la consideración del Departamento de Cultura, cuyo director debe proponer un nombre al jefe comunal para su designación. Esto es, su designación, como reza un dicho popular, no cayó en paracaídas: cuenta con el apoyo y el aval de un colectivo que conoce de primera mano el trabajo de Amadio.
Aficionada a la fotografía, formada primero como ingeniera y después como directora de orquesta en la Universidad de San Pablo, Amadio es uno de los referentes más destacados de la música sinfónica de su país y de la región. Su vocación, recuerda, se definió a los veinte años, cuando estudiaba en la Escuela Politécnica de la universidad paulista. En aquella época, durante el horario del almuerzo, asistía regularmente a los ensayos del coro de la universidad, y al poco tiempo, gracias a su entusiasmo y talento, se convirtió en asistente de dirección. Pero la decisión de estudiar dirección orquestal la tomó más adelante, durante un concierto de la Orquesta del Teatro Municipal de San Pablo. “Aquella experiencia fue increíble: me enamoré de la dirección; entonces me dije: ‘yo nací para esto’. No sé si me equivoqué, eso lo dirá el tiempo. Pero no me arrepiento de nada, ni de haber hecho ingeniería ni de hacer, después, dirección orquestal. Todo suma en la vida, incluso las experiencias desagradables. La música, que descubrí cuando tenía cinco años a través del piano, me dio todo. La ingeniería también; me dio un método, disciplina de trabajo, me formó mentalmente”.
Que su nombramiento trae nuevos aires a una práctica sinfónica que tiene tanto potencial como un largo lastre de problemas, nadie lo discute. Que su trabajo no será sencillo, tampoco. “Será sin duda una tarea exigente pero a la vez desafiante”, dice después de una charla informal en el café del hotel Radisson. “Pero debo destacar que fui recibida por todos con mucho cariño y con mucha apertura, algo que es muy importante. Apertura para escucharme, para compartir proyectos, para crear juntos nuevas ideas y para buscar soluciones a algunos problemas que tendremos que enfrentar con coraje pero con alegría, tanto en el plano artístico como en el administrativo y en la logística del trabajo”.
¿Cuáles son los puntos problemáticos que reclaman soluciones profundas?
A nivel de logística del trabajo, la orquesta tiene un gran problema: no puede ensayar en el mismo lugar donde realiza sus conciertos, en la sala principal del Teatro Solís. Es, realmente, un inconveniente muy serio, ya que conspira contra la construcción de la arquitectura sonora y la calidad artística. Dicho de otra forma: la orquesta no se prepara en las condiciones acústicas que van a incidir en su performance ante el público.
¿Cómo se encara un problema de estas características?
Lo estamos enfrentando en equipo, con mucho diálogo, y tratando de que el Solís se organice de forma tal que podamos convivir con las otras producciones del teatro. Pero, claro, sin perjuicio para nadie. En los grandes teatros del mundo hay actividades en la mañana, en la tarde y en la noche. Y no puede ser que por una actividad en la noche no se pueda ensayar ni en la tarde ni en la mañana. En la primera reunión –que fue histórica– con el consejo artístico de este complejo cultural fue abordado este tema y logramos algunos avances importantes.
¿Qué se sacó en limpio de esa reunión?
Lo primero: logramos que los conciertos de la orquesta, que habitualmente se llevan a cabo los martes, a partir de 2018 se pasen para los jueves. Desde el punto de vista de la logística, esto nos ayuda muchísimo. Los ensayos siempre se realizaron los miércoles, jueves y viernes, la orquesta paraba durante el fin de semana y el trabajo se retomaba el lunes. Eso implicaba empezar de nuevo cada lunes y conspiraba contra la continuidad en el trabajo de preparación de los programas. Quien conoce de cerca el mundo del espectáculo sabe lo que esto implica. Pero, a partir del próximo año, los ensayos se realizarán de lunes a jueves, que será la noche del concierto. Esto es una victoria, un logro muy importante. Y es el fruto de un diálogo muy productivo.
Pero el tema del uso de la sala principal para los ensayos sigue pendiente.
Es cierto, pero esto no se soluciona tan rápido. Por ahora ya resolvimos algo clave, que nadie pensaba que se podía resolver. Soy muy insistente con estas cosas, y estoy segura de que pronto encontraremos un camino para que la orquesta ensaye en la sala principal, como ocurre en todos los grandes teatros del mundo. Esta es una de las metas que me fijé para este año.
¿Cuál es su diagnóstico en el plano artístico?
En este aspecto hay varios puntos a encarar. Uno de ellos, que por cierto tiene mucho que ver con la gestión, es el de los huecos que tiene la orquesta y que se generan, o se generaron, por jubilaciones, porque el músico fue a estudiar al exterior, por fallecimiento… En fin, por distintos factores muchos puestos están sin cubrir en condiciones formales. Para eso tenemos que hacer concursos con seriedad, con rigor técnico e interpretativo, para traer a los mejores músicos. Pero este tema se encarará más adelante. También está la cuestión de la disciplina, que es una cuestión cultural. No voy a decir que las orquestas uruguayas son indisciplinadas, pero tienen un modus operandi con mucha libertad en los ensayos. Y esto no es muy productivo, no permite llegar a un resultado artístico realmente efectivo. Hay cierta dispersión, desconcentración… Encarar esto depende tanto de los músicos como de mí. Esto demanda un trabajo de concientización: necesitamos buscar un nivel más alto de producción artística en todos los sentidos. Y en eso están todos involucrados. Estoy segura de que vamos a lograrlo, de que todos se van a enganchar con el proyecto. Otro de los aspectos complejos a encarar es que buena parte del cuerpo de músicos de la Filarmónica también integra la Orquesta Sinfónica del Sodre. Es un problema histórico que requiere una solución política y administrativa.
¿Cómo afecta esta superposición el trabajo de ambas orquestas?
Tal como ocurre con los futbolistas, con los cirujanos, la profesión del músico tiene alta tensión. Una persona que ensaya en doble horario (primero en la mañana y después corre hacia otro lugar para cumplir con otras tantas horas de trabajo) queda exhausta. Con ese régimen, por la tarde, cuando comienzan los ensayos de la Filarmónica, el músico ya no tiene más sangre para dar. Esto, sin duda, afecta lo artístico. Pero, como dije, se resuelve en el campo de lo político y administrativo, ya que tiene que ver con los presupuestos, con la asignación de fondos para separar realmente los ámbitos de trabajo de las dos orquestas.
¿La solución, entonces, es que cada organismo tenga músicos con dedicación exclusiva?
Es la única solución que veo. Claro, también hay que ver si se quiere resolver realmente el problema. Los músicos, en ese caso, deberían recibir en cada orquesta una justa remuneración. Esto sería un gran beneficio para ellos y para cada uno de los proyectos artísticos.
Esta situación, además, afecta el armado de las temporadas sinfónicas, de ópera y de ballet. ¿Cómo se encaró la coordinación con los cuerpos estables del Sodre para definir la programación de este año?
La coordinación con el Sodre fue maravillosa. Para esta temporada está todo muy bien planificado. Tuvimos que ajustar algunos detalles, por ejemplo, con el Ballet Nacional, que exige muchos ensayos. Pero ahí encontré gente que sabe dialogar y que está dispuesta a coordinar esfuerzos e ideas. Con algunos eventos, claro, la Filarmónica tuvo que ceder fechas, pero para equilibrar la situación el Sodre nos cedió su coro para poder hacer el fantástico Réquiem de Giuseppe Verdi. Nos entendimos realmente muy bien, y la temporada, que formalmente presentaremos en marzo, cuenta con todas las garantías para ser una de las mejores.
La temporada 2017 de la Filarmónica fue armada en tiempo récord y sus detalles, tal como fue anunciado, se presentarán oficialmente en marzo. ¿Qué variables, además de la coordinación con los cuerpos del Sodre, y qué prioridades consideró para su diseño?
Armar una temporada es como un juego de ajedrez, en el que hay que considerar los presupuestos disponibles, los compromisos ya asumidos, las condiciones de la fecha y de la sala, las agendas de los músicos extranjeros. Al comienzo recibí una agenda de fechas y compromisos ya fijados, por lo que no pude programar de acuerdo a lo que me parecía mejor, pero aposté a cambiar un poco lo que se estaba haciendo. Hace ya un buen tiempo pedí las programaciones de los últimos años, en las que encontré mucho repertorio del clasicismo, poca música uruguaya y poco siglo XX. Entonces decidí poner algo de aire. Hacer música de compositores uruguayos me parece fundamental, al igual que abordar obras del posromanticismo y del siglo XX. No es la temporada que uno sueña; es la que se pudo armar de acuerdo a las condiciones y recursos que había.
¿Qué compositores uruguayos serán incluidos en esta programación?
En el ciclo principal se harán estrenos importantes y se revisitarán obras de compositores ya consagrados. Figuran Eduardo Fabini, Héctor Tosar, Jaurés Lamarque Pons, Ricardo Storm, Álvaro Méndez, Beatriz Lockhart, Felipe Ortiz, Florencia di Concilio, entre otros. Todavía estoy buscando compositores, porque quedan algunas fechas y programas por definir.
¿Qué nombres se han considerado en materia de solistas?
En este aspecto también se dará prioridad a los músicos uruguayos. Los nombres son bien conocidos: Enrique Graf, Eduardo Fernández, Raquel Boldorini, nuestro concertino Daniel Lasca, Élida Gencarelli, Ciro Foderé y varios más.
¿La Filarmónica tiene el nivel técnico e interpretativo para abordar estos nuevos repertorios?
Asumo que estoy al frente de una orquesta profesional. Eso es lo que voy a exigir a todos los músicos. Así se pueden abordar sin problemas las obras contemporáneas y del posromanticismo que entrañan otras dificultades, otros desafíos para su interpretación. La Filarmónica es, además, una orquesta con una tradición importante, al igual que la del Sodre. Cierto, también, las orquestas latinoamericanas son heterogéneas, tienen músicos de todos los niveles técnicos. La mayor parte, sin embargo, tiene un alto nivel profesional. Y no voy a hacer lo que han hecho otros directores en mi país, en Brasil, que destruyeron orquestas para formar otras. Es muy fácil destruir. A mí me gusta trabajar con orquestas de verdad, contemplando sus complejidades, rescatando sus riquezas. En esas condiciones, cuando se ve el progreso se genera algo maravilloso. Así se puede hacer gran música con cualquier orquesta. La clave es que tengan la disposición para estudiar y el tiempo para procesar los cambios. Todo eso depende tanto de mí como de cada uno de los músicos. Milagros no hago. Los cambios son fruto del trabajo serio, sistemático, responsable. No hay otra clave.
Además de los conciertos en la sala principal del Solís, la orquesta tendrá una extensa agenda de actividades en otros puntos de la ciudad. Una programación que se alinea con las políticas de descentralización de la comuna.
Así es. Iremos a los barrios, a las iglesias, a los clubes. En lo conceptual, esta política de descentralización me parece genial. Estoy convencida de que una orquesta también debe ir hacia el público. Como canta Milton Nascimento, el músico debe ir donde el pueblo está. La gente no viene al Solís porque le tiene miedo. Hay mucho prejuicio. Uno tiene que ir hasta la gente y llevarle músicas de calidad. Y también explicarle que el Solís es de ellos. En lo práctico, estas acciones tienen que estar bien coordinadas y tienen que tener un buen proyecto de comunicación. En cada concierto, por ejemplo, alguien tiene que explicar de manera simple, directa, las características del repertorio que se va a tocar, para así atrapar a la gente.
¿Cómo incide el repertorio elegido en la efectividad de esas actividades?
El tipo de repertorio incide mucho. Sin embargo, creo que con casi cualquier música se puede lograr un hecho estético y comunicativo muy profundo, que deje huellas. En varios países donde he dirigido me ha parado gente, muchas veces en la calle o frente al teatro, para decirme: “Maestra, no sabe cómo me acuerdo de aquel concierto en el que explicó tal o cual cosa”. Y recuerdan todo, la obra, su contexto, la historia contada. Eso es fantástico. Lo mismo ha ocurrido con niños que han escuchado, con las explicaciones del caso, algunas obras del repertorio contemporáneo, que mucha gente cree que son difíciles o que no les van a gustar. Pese a esos prejuicios de los adultos, ellos descubren y se fascinan con tal música. Otro ejemplo: en el primer concierto en febrero, en la rambla, en Kibón, hicimos músicas latinoamericanas e incluimos Candombe, de Lamarque Pons, y Variaciones sobre un tema de Rada, de Federico García Vigil. Son dos obras contemporáneas, pero con un detalle de valor: las dos incluyeron, además de la orquesta completa, las cuerdas de tambores del candombe, y en el caso de la obra de García Vigil, también una batería de murga. El resultado fue formidable. Otro tanto ocurre con las obras de [Astor] Piazzolla, que puede considerarse tanto música culta como popular. Por ahí tenemos una muy interesante línea de trabajo que permite acercar el mundo sinfónico a la gente. El asunto es sensibilizarla, proponerle proyectos de calidad. Esto, sin duda, acercará a la gente al Solís.
Tal como anunció en su presentación oficial ante la prensa y las autoridades locales, otro de los ejes temáticos que articularán su trabajo es la equidad de género.
Efectivamente. En ese sentido, desde hace años hago un trabajo de valorización de la mujer en el campo de la dirección orquestal. Si bien voy a dirigir la mayor parte de los conciertos de esta temporada, además participarán varias directoras invitadas. Al mismo tiempo, este año se realizará, por intermedio de la Filarmónica, el segundo Simposio de Mujeres Directoras, que se hizo el año pasado por primera vez en Brasil. En esta línea hay mucho trabajo por hacer. No creo que sea un cambio de paradigma, pero sí un fuerte trabajo de inclusión, que apueste a la equidad de género, a un cambio de cultura en un campo en el que hay mucha discriminación y segregación.